domingo, 19 de abril de 2015

Una fiesta para todos

Texto publicado en Levante-EMV el 18 de marzo de 2015. 


Cuando era niño esperaba con ansia y ganas el día que cerraban al tráfico la Plaza Pintor Segrelles, junto a la Finca Roja. Los niños de ciudad vivíamos atados a la preocupación de los padres y rara vez podíamos salir solos a la calle. Las fallas eran sin duda ese momento único que disfrutábamos con las emociones a flor de piel.  Claro que tirábamos petardos. Y jugábamos y corríamos como no podíamos hacer durante el resto del año. Y atendíamos con atención a los mayores durante el concurso de paellas. Entonces las calles se cortaban el día que se plantaba la falla infantil, y las carpas no existían ni en el espacio físico ni en nuestra mente. Había una atracción de feria a la que subíamos siempre que podíamos, y que no montaban antes del día 14 de marzo. Los buñuelos íbamos a comprarlos al bar de la señora Vicenta, los mejores del barrio, que sacaba su puesto fuera del bar que regentaba todo el año, como muchos otros hacían. 

Ahora todo son carpas, muchas de ellas vacías la mayor parte del día  con reggaeton sonando caprichosamente sin parar. Puestos de buñuelos y churros en cada esquina, a veces incluso enfrentados entre sí, muchos de ellos de dudosa confianza con respecto a la higiene y la salubridad de lo que ofrecen de acuerdo a las condiciones de elaboración. Las calles se cortan a principio de mes y se aprovechan, aunque el calendario ni siquiera esté en rojo, los fines de semana previos hasta exprimirlos.

Todo son verbenas, muchas de ellas sin sentido, calles y esquinas que huelen a orín, vasos de plástico, latas y kilos de basura, a veces hasta en los mismos portales. Y esa no es la Valencia que yo conocía. Ni son las fiestas que a muchos nos gustarían. Es tal la sensación de falta de conexión con lo que ocurre que a muchos les da por salir de la ciudad, si pueden permitírselo, y contar los días hasta que todo vuelva a la normalidad como sin nada hubiera sucedido.

Es perfectamente entendible que durante los días fuertes la actividad sea incesante. De acuerdo.  Pero es grave el perjuicio para aquellos que tienen que seguir un ritmo de vida laboral habitual y han de desplazarse hasta su destino con una ciudad literalmente patas arriba. Y tratar de descansar por las noches para dar el callo al día siguiente en condiciones de contaminación acústica exageradamente insufribles. 

Las fiestas debieran de ser para todos un elemento de diversión y no de sufrimiento. Económicamente, es cierto que el pasado fin de semana alegraron las caras de más de un hostelero, aunque ni con esas. Anda el sector enfadado por la diferencia de rasero a la hora de plantear las exigencias para con los puestos temporales en relación a la hostelería fija.  Tampoco están muy contentos en el Barrio del Carmen, sorprendidos por las exigentes inspecciones que cortaron el trabajo de bares y terrazas en plena hora punta el pasado viernes por la noche, provocando un embotellamiento en el servicio que no benefició ni muchos menos  a los empresarios, con la que está cayendo. Cierto es, sin embargo, que esa competencia no corresponde al consistorio.

Es posible una fiesta menos caótica y más ecuánime, con cabida para todos, potenciar la cultura y el ocio de otro modo.  Lo es porque la hubo. Lástima, que, en el presente, un amplio sector no nos sintamos representados. Toca armarse de paciencia y contar los días que quedan. Es lo que hay. 

Todos a a la cárcel

Publicado por Levante-EMV el 29 de octubre de 2014


Cuánto juego hubieran dado hoy los Blesa, Rato, Francisco Nicolás, Camps, Cotino y tantos otros personajes del entorno político a nuestro cineasta Berlanga, el mejor abordando a través de sus pintorescos personajes el tema de la jeta y el trinque, exponiendo con gran claridad que esto era, y es, la pandereta máxima elevada a un número todavía por definir. Su familia siempre estuvo alrededor de la política, y vivió desde muy pequeño los entresijos de un sector que necesita un reseteo, una limpieza a fondo, un volver a empezar. Comenzó dirigiendo en los años 50, y pocos creadores han conseguido que sus obras sigan siendo, con el paso del tiempo,  de rabiosa actualidad.

El mejor de los ejemplos es Todos A La Cárcel, rodada íntegramente en la antigua prisión de mujeres de Valencia a principios de los 90. Un humilde empresario acudirá a un extraño acto y tratará a toda costa de que la administración le pague lo que se le debe, poniendo a prueba su paciencia y escasas influencias sin demasiado éxito. A lo largo de la trama se suceden escenas rocambolescas donde no faltan el banquero pillín, el alcaide comisionista, el poderoso ministro con asesores varios y el subsecretario que nada pinta y que a base de peloteo tratará de mantener su puesto a toda costa. La cutrez organizativa sumada a surrealistas decisiones se entrecruzarán entre sí llevando todo el grueso de la acción al máximo absurdo, tanto que los presos serán los más racionales y menos sucios de mente. Suena de algo, ¿verdad?

Vayamos un poco más atrás: La Vaquilla y su crítica a las dos españas. Durante la Guerra Civil, en zona aparentemente tranquila donde no hay tiros pero sí cercanía entre frentes, responsables de cada bando sobreviven al aburrimiento general intercambiando material de todo tipo. Unos tienen papel de arroz y otros tabaco, así que la ecuación es fácil de resolver. Si se trata de fumar, no hay ideales que valgan y todos tan amigos. Me recuerda instantáneamente al bipartidismo actual, ese al que ya no le quedan argumentos para defender que por separado no son la misma cosa.

La trilogía de la familia Leguineche a través de La Escopeta Nacional, Patrimonio Nacional y Nacional III reflejan a la perfección el concepto de poder, y cómo se resolvían en cacerías organizadas asuntos mayores y tratos de favor a través de dudosas concesiones con empresarios varios. Y es que pocas cosas han cambiado. Seguimos en tiempo de caciquismo y soberbia, de cutrez máxima a la hora de organizar y tomar decisiones, de aguantar esa eterna media sonrisa con la que nos provocan queriendo hacer ver que la cosa no va con ellos, que son ajenos al desastre que han provocado.

Berlanga fue un genio. Su obra, tan real como ficticia, tan cómica como triste, tan clásica como actual. Su amplísimo abanico temático y emocional caminaba desde las cintas ya citadas hasta cuando se ponía serio en Calabuch, Plácido o El Verdugo. Su costumbrismo, temática y facilidad para acercarnos a lo cotidiano y lo surrealista se complementaban a la perfección con su técnica en cámara y sus estupendos planos secuencia, ensalzados por muchos especialistas del sector, que reforzaban más esa naturalidad y cercanía que tantas veces quiso plasmar. No olvidemos Bienvenido, Mr. Marshall, su obra maestra. Hasta Rita tiene, frente al consistorio, su fuente con chorrito.

Un giro inesperado












Publicado en Levante-EMV el 1 de abril de 2015.

Sorprendente fue para muchos la irrupción de Podemos a raíz de los resultados de las últimas elecciones europeas. La ascensión, meteórica y desbordante a cada nueva encuesta publicada, presagiaba una lucha encarnizada entre los partidos clásicos y la nueva formación que, con cada nuevo paso firme, parecía colar un gol a los de siempre, aturdidos y noqueados ante la celeridad de los acontecimientos.

La línea agresiva de algunos medios, a través de campañas urdidas contra el partido de Iglesias, y la reaparición de otra marca política en el momento clave parece haber alejado a muchos ciudadanos de la ilusión inicial que ellos mismos crearon, aquella que llamaron “ilusión por el cambio”.  Si unimos algunos patinazos, incapaces de ser gestionados con la misma soltura y capacidad que en  sus comienzos, la ecuación parece empezar a resolverse.

Podemos dio, en el momento adecuado, el puñetazo encima de la mesa, puso en jaque a los acomodados y creó una nueva dimensión política. Consiguió captar la atención e interés por la política, dormida hasta hace muy poco en una gran parte de nuestra masa social. Pero ahora parece aletargado, dormido, noqueado. Estancado.

Con el rumor del posible fin de UPyD, la huida en masa de muchos de sus miembros descontentos y otros del PP hacia este partido conservador, Valencia se prepara para sus quinielas más debatidas de los últimos tiempos, con la confusión que conlleva la rápida sucesión de hechos en el marco político actual. Así somos en este país. En apenas dos meses se ha pasado de la podemitis a la fiebre por Ciudadanos, y el PP cambia ipso facto de enemigo directo, con la tranquilidad que provoca un posible pacto futuro de intereses con la nueva formación. Acuerdo imposible si fuera Podemos el canalizador de esos votos descontentos.

Ahora, pese al previsible castigo electoral, puede que consigan mantener el envite por cuatro años más. No sería de extrañar. Pasó hace ya en las últimas elecciones cuando el líder autonómico era el centro de todas las miradas,  y aún así consiguió de nuevo mayoría absoluta, otorgada por los propios valencianos. Ha vuelto a pasar en Andalucía, donde a pesar de muchas evidencias en cuestión de trinque y corrupción, los ciudadanos han decidido que pueden seguir haciendo lo mismo porque van a seguir otorgando el poder y los escaños a los de siempre, a los que han provocado escandalosamente los casos los ERE y los cursos de formación por todos conocidos.

Hasta ahora todo eran encuestas. Muchos pensábamos que sus resultados no eran reales, que había gato encerrado. Decían claramente que el descontento llevaba a muchos de los que han puesto a los que están donde están a pasarse al enemigo, pero que, a la hora de la verdad, dentro del conservadurismo que nos ampara como pueblo, no se iba a apostar por el cambio definitivo, papeleta en mano, a la hora la de verdad. Y así ha sido en Andalucía, la antesala de lo que nos espera.

Aquí no parece haber ilusionado demasiado el nuevo secretario general de Podemos en la Comunitat, mientras Ciudadanos, contrarreloj y contra pronóstico, prepara nombres para irrumpir con toda la fuerza como una alternativa al modelo actual. Ojalá no, pero si nos ceñimos a los hechos, no parece que vayan a cambiar demasiado las cosas en el futuro.  Eso sí, la agitación en estos meses está asegurada.

*Fotografía de Eva HM.